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Su mirada de complicidad que tanto me enamoraba ya no era solamente para mí. Estaba abrazada a otra persona y no era yo. Se la ve feliz, tranquila. Como un carrusel, empezaron a aparecer imágenes de su actual vida. No me esperó. No me esperaba que quien provocaba los incendios en mí sería también la que los apagara. Si hubiera sabido que la espera era el fin, jamás me hubiera alejado de ti. Y ahora ya no hay lugar al que volver,  al que querer regresar… Esta canción me despertó. Estaba sudando, empapado en sudor, temblando como jamás nunca antes me había pasado.

Me había quedado dormido. Tardé unos segundos en reubicarme. Ahí estaba Mariena en el otro sofá acurrucada bajo la manta felizmente dormida. Sabía lo que podía significar este sueño premonitorio, ya había oído hablar de ellos antes. No puede ser, a mí no. No ahora. No es el momento. — Me decía a mi mismo temblando, la tiritera me provocaba un fuerte castañeo en los dientes. Estaba completamente congelado. Parece ser que el frío no me suelta.

¡Por favor Universo a mí no! —Mudamente grité con todas mis fuerzas. —Sólo es una pesadilla. Sólo es una pesadilla. Sólo es una pesadilla. —Me repetía sin parar.

Lo más peligroso, desconocido y mortal que nos podía pasar después de lo ocurrido en el incidente era que el incidente entrara en ti. Éste fue el modo de cómo se había desvanecido una de las tres terceras partes de la desaparecida población. La primera señal eran sueños que mostraban la realidad que deseabas conocer. La evidencia física eran las escleróticas, se ponían completamente ensangrentadas, y eso significaba el comienzo del fin. Había perdido muchos amigos y muchas amigas pero sus visiones en los sueños habían otorgado mucha información a nuestro proceso de recuperación tras la tragedia del incidente.

No quería levantarme e ir frente el espejo y ver mi destino. Me levanto helado y me pongo en cuclillas frente a la chimenea, con mis débiles fuerzas del momento, echo como puedo un tronco y alimento el fuego moribundo. Poco a poco el calor me trae al presente, al sosiego, a la racionalidad, pero los miedos no se disipan. Los pensamientos sobre Ella acribillaban mi cabeza, uno a uno los alejo como puedo. No puede ser real. Dejo caer mis rodillas al suelo y rezo al fuego, pido con toda mi alma al universo un poco más de tiempo, que me deje verla. Cuando sentimos que algo se nos escapa de las manos, por muy poco creyentes que seamos, siempre acudimos a la ayuda de alguien o algo superior que desconoces.

Pierdo la noción del tiempo. Cojo fuerzas de donde no las tengo y me levanto para buscar un espejo en esta casa que desconozco. El fuego ilumina la estancia y veo en una de las paredes la puerta de un baño entreabierta, intuyo porque veo parte de una bañera en el interior. Cada paso una eternidad, me agarro como puedo al sofá que separa la chimenea del baño. Todo se balancea. Me agarro con fuerza para no caer. Suelto la mano del sofá y parece que floto de un lado a otro hasta agarrar el marco de la puerta del baño. Solo se escucha el crepitar de los troncos y los recuerdos en forma de gotas de una lluvia pasajera. El fuego vivo ilumina lo suficiente el cuarto como para distinguir todo perfectamente.

Desde la puerta, mareado, veo el lavabo. Decido cerrar los ojos, respirar muy profundamente y volver a volar en balanceo hasta agarrarme con las dos manos al frío lavabo de porcelana. Empiezo de nuevo a tiritar. Vuelvo a respirar profundamente. Estoy descalzo, frío suelo cerámico, inclino la cabeza hacia abajo y abro los ojos, veo una alfombra y la arrastro con un pie hasta donde estoy. Me pongo encima. Cierro los ojos y vuelvo a rezar. —Por favor Universo, yo no.

Hago balance de mi vida. De lo aprendido. De la mochila que cargamos en nuestras espaldas llena de miedos e inseguridades. Hacerse consciente de ella y querer y poder vaciarla es un paso gigante en el viaje existencial. Heredamos esos miedos del pasado, cuando somos pequeños o pequeñas, somos demasiado jóvenes para ser conscientes de ellos y ahí se quedan acompañándonos, los vas cargando, cada vez pesan más, se hacen más grandes sin que te des cuenta, esos miedos te van haciendo daño, vas haciendo daño… pero un día los ves los sientes y ya no los quieres en tu vida. Empiezas a vaciar la mochila. Y en ese momento es cuando comienzas a vivir de verdad, a ver el mundo desde tu esencia, desde la paz… Y eso es sublime. A veces ese aprendizaje te cuesta perder personas muy importantes, maravillosas…y eso te puede romper el alma. Ahora mírame, me dirijo a la disolución con el todo, paso a formar parte del origen de la existencia. Pero nuestra calidad humana nos hace ser conscientes del valor que tiene ese todo y de los ahoras. Vive la vida sin miedos. No te arrepientas de nada de lo que hayas hecho, ya que en el momento que lo hiciste eras tú en tu mejor versión consciente. Cada día, cada paso tienes la oportunidad de acercarte a tu esencia que se encuentra dentro de ti. Obsérvate, escúchate, respira, siente… encuentra la paz y el amor en tu interior y quédate ahí todo el tiempo que puedas.

Aprieto fuertemente el lavabo. Lentamente, frente al espejo, abro los ojos llorosos por la angustia y veo lo inevitable. —El incidente entró en mí, —un ¡Clack! Suena en mi interior haciéndome consciente de la tragedia, no hay emoción alguna en este preciso instante, solo un vacío hueco que me avisa que esto es mi final.

Cojo fuerzas que me ayuden a actuar con templanza en esta amarga situación. No voy a despertar a Mariena, este momento es mío y solo mío, no quiero compartirlo con nadie.

Escribo con el bolígrafo que me encontré en el submarino, una carta de despedida para Mariena donde explico lo que me ha pasado, (deseo que ella no comparta mí mismo final), y le pido encarecidamente que complete la misión de llevar las semillas hasta su destino Chinchen Itzá, México. Pido que entregue mi cuaderno a Ella. Explico cómo puedo la forma de pilotar el hidroavión, lo sé es una locura, pero todo en este mundo cambiante se escapa ya a nuestra razón. Mantén la velocidad, eso es lo más importante. Con esa frase y un gracias termino antes de colocarme por encima una manta y salir por la puerta de la casa, para ver las estrellas por última vez. En ese preciso momento el reloj de pie que está a un lado de la puerta marca las once de la noche. Miro mi reloj de pulsera que encontré en la base Rusa y marca justamente la misma hora. Mi intuición me advierte que me quedan once minutos, ahora lo entiendo todo, en este 11 de noviembre todo encaja. El cielo es insultantemente bello, único, último.

La desintegración daba a momentos de clarividencia. —Voy concluyendo, —Entonces el sueño era real. Me siento tranquilo al haberla visto feliz, ha podido rehacer su vida. Me alegra el alma. Ya no hay dolor. Me siento tranquilo, ya no existe momento para la tristeza. Solamente estos últimos momentos de paz antes del viaje que intento saborear de la manera más consciente y serena posible. No voy a escribir una carta de despedida para Ella, tiene en este cuaderno relatado todo el periplo existencial y físico de mi existencia. Meto el bolígrafo dorado entre medias de las hojas del cuaderno, lo beso y lo apoyo con delicadeza en el suelo del porche. La canción con la que he despertado vuelve a sonar en mi cabeza…

Me descalzo, bajo los dos peldaños de madera que me separan de la tierra y camino unos metros en dirección recta. Miro hacia arriba, suspirando, —que bonito está el firmamento—. La humedad de la lluvia pasajera ha dejado una temperatura agradable. La hierba es cálida en cada pisada. Encuentro el lugar perfecto para meditar. Me siento con las piernas cruzadas en posición de loto. Me quedo observando al infinito y a las estrellas. Y entonces el baile comienza, empiezo a sentir como mi cuerpo se desvanece, miro el reloj que marca justamente las 11:11, lo desabrocho de mi muñeca y lo coloco en la tierra húmeda. Sonrío una última vez y doy gracias al universo por haber existido. Mi cuerpo físico lentamente se va fusionando con la tierra, con el aire, desintegrándose, forma Uno con el Todo. De fuera hacia dentro mi cuerpo cada vez es más translúcido.

Hola Universo, hasta siempre recuerdos de esta existencia. Y en algún momento antes de perder la conciencia veo una bola de luz, mi alma se separa de lo físico y se dirige a ella. Soy todo con el universo y todo se convierte antes de desaparecer en una luz azul verde casi blanca.

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