Último día en La Resistencia. El aire frío anuncia que estamos cerca de llegar a nuestro destino. Sentado en la cruceta de lo alto del mástil con la mirada absorta en el confín del océano vago en mis pensamientos. Esta sensación fría me ha hecho recordar la promesa que nos hicimos de que pasara lo que pasara siempre estaríamos juntos. Para Ella la rompí el día que me marché. Me duele pensar el vacío que dejó la palabra nosotros cuando metimos la última maleta en el coche. Espero que algún día sea consciente que nunca me fui, que como dijimos muchas veces, debemos estar bien con nosotros mismos para poder estar bien con los demás. Este viaje es por la posibilidad de un futuro para la humanidad, para nosotros. El banco de semillas es nuestra única esperanza. Qué responsabilidad es ser padres cuando nuestra hija solo es un sueño. Ella no sabe que mi corazón quedo preso en su pecho, que cada carta que me escribe siempre estoy en el buzón cinco minutos antes de que llegue el cartero. Espero que no haya olvidado que aún en la distancia siempre he estado ahí. Recuerdo aquel viaje que hizo a la montaña del Encuentro en busca del origen del incidente, siempre me mantuve a su lado aún en la distancia. Nuestras almas continúan unidas después de nuestro primer abrazo y ningún cuerpo o mente puede separar esa energía. El incidente nos ha enseñado que la vida es un aprendizaje, que debemos afrontar nuestros miedos, que el amor es lo único que permanece. Yo sólo deseo terminar este viaje y poder abrazarla para susurrarla al oído ya estoy aquí con el futuro en mis manos. Confía. Nosotros tenemos el amor suficiente como para reconstruir la confianza perdida.
Dejo caer la mirada al vacío. La cubierta está revolucionada con el gran descubrimiento del cuaderno rojo o como coloquialmente la llamamos The Red Holy. En ella hemos descubierto que los cuarenta y siete minutos de menos que dura cada día se debe a los veintisiete kilómetros que se ha alejado la Luna de la Tierra o la Tierra de la Luna, no lo tenemos claro. También revelamos que todo el continente asiático y oceánico estan completamente despoblados. Quedamos perplejos con el dato de la cordillera del Himalaya, ha aumentado su altura dos mil metros de media aproximadamente. El Everest ahora superaba los diez mil metros de altura. Descomunal. Con pena descubrimos que el submarino había encontrado en su itinerario desde Niigata, Japón y su desafortunado e incierto destino miles de satélites hundidos, ahora entendimos este mundo analógico. Comenzábamos a conectar nuestras teorías. Descubrimos también que la disminución de las mareas era a nivel mundial. Lo que provocaba fuertes vientos que no tardaríamos en sufrir. Era increíble toda la información que confesaba el cuaderno rojo. Estos son los datos más relevantes que encontramos y otros más que ampliaron nuestra información sobre lo que ya sabíamos.
Una brisa envolvente me hizo alzar la vista al horizonte y pude al fin avistar tierra. Grité con fuerza, haciendo honor a las películas de piratas. ¡Tierra a la vista!
A mi grito, la cubierta se revolucionó como cuando levantas una piedra y descubres un hormiguero.
Perplejo desde mi posición observaba la línea blanca que cortaba el mar con el cielo. Quedo prendido si querer otra vez en mis pensamientos. De repente me invado en sensaciones, me oprime el pecho, el estómago se me encoge. Innegable. La última vez que estuve en la Antártida fue con Ella. Nos conocimos en la base Halley. Ambos veníamos destinados con el fin de dar la vuelta a millones de paquetes de semillas que estaban almacenados en el Banco Mundial de Semillas GURUTRA. Nuestro curioso trabajo consistía en revisar que los paquetes estuvieran en perfecto estado, libre de cualquier bacteria. Un curioso trabajo que nos cambió la vida. Estuvimos siete meses entre semillas y besos. El amor surgió a más de cuarenta grados bajo cero. Bendito frío. Recuerdo perfectamente la primera vez que la vi, su mirada te hacía saber que era de esas personas que realizan lo imposible, fue la única persona de la base con la que nos dimos un abrazo al vernos, lo dos lo sentimos así, como si nuestras almas lo anhelaran, de cierta forma nuestros corazones ya se conocían, no sé si científicamente es posible pero creo que me enamoré en ese mismo instante. Me quedé cautivo en ese abrazo. En su mirada infinita. Ella decía que los abrazos son los besos entre corazones. Cuando abrazas debes hacerlo con esa intención y así el amor conecta. Con el tiempo entendí que era una mujer todo corazón y en parte pienso que era porque inconscientemente toda persona que la conocía se desprendía de un trocito del suyo para regalárselo. Andaba siempre dispersa, debía ir detrás de ella recolocando las cosas que iba desordenando. Caminaba dando pequeños saltitos cuando se sentía feliz. Plena. Casi siempre. Jamás entendí como pudo venir a posarse en la Antártida sobre su pelo, una despistada Mariposa. Cuando me miraba podía leerme el alma, aun no entiendo como no pudo darse cuenta antes que la amaba de una forma que no existen palabras para poder expresarlo. Corazón amarillo. A lo mejor lo sabía y mantuvo en su bolsillo mágico su grandioso poder. Quién sabe.
Me deslicé por el mástil para reunirme con el equipo.
Nos encontrábamos en cubierta eclipsados y eclipsadas por el luminoso blanco. Frío gélido. Nadie habla.
La brisa me hiela la cara y me devuelve a la realidad, soy el último en meterse al interior del velero. ¡Qué frío!
Fuimos costeando una semana dirección Oeste, recopilando información y muestras, hasta llegar a la base. Trozos de hielo se desquebrajaban de los acantilados creando un fuerte oleaje que mecen el velero a nuestro paso. Hielo blanco y negro es nuestro único paisaje en este frío lugar. La Antártida estaba desierta. Observamos a lo lejos la base inglesa Halley, daba la sensación de estar completamente abandonada al olvido. La sensación era cierta. Toda la Antártida en realidad. Desde que hemos llegado no hemos visto nada con vida. No hay aves, peces, plantas, nada. Suponemos que somos los únicos seres con vida a más de cinco mil kilómetros a la redonda. La sensación es extraña, era compartida por toda la tripulación. Sumada a las glaciales temperaturas nuestros corazones latían con fuerza. Toda la tripulación ansiaba pisar tierra, estábamos un poco cansados y cansadas de tan larga travesía.
Carlos se me acerca rodeándome con el brazo y me lleva hasta unos asientos apartados, mientras nos vamos sentando desliza con la otra mano una taza de café humeante encima de la mesa frente a mí.
— ¿Qué te pasa amigo?, desde Durban te noto muy pensativo, —me confiesa mientras saborea su café.
—Estoy bien, la última carta que recibí en Lusaka de Ella han despertado en mí sentimientos y ganas de verla, e imagínate, ya sabes que nos conocimos aquí. Luego está el tema de la carta que me dejó escondida en Gurutra antes de marcharnos. ¿Recuerdas? Me confesó que la había dejado escondida en un paquete de semillas de Protium copal. Supuestamente. Bueno en realidad todo esto tuve que descubrirlo yo, Ella sólo me dijo: Te dejé el porqué de nosotros junto al origen de la vida del árbol sagrado. Me costó comprender que el origen de la vida se refería a las semillas. Lo del árbol no era una pista difícil para ella o para mí. —me desahogo ante la taza de café humeante, a la que hago girar suavemente. Me pierdo en un instante acariciando la mesa rugosa de madera. Mis huellas dactilares palpan suavemente sus huecos como un libro de braille que esconde un grandioso mensaje.
—Mucha intensidad amigo. Sólo tú sabes gestionarlo y no puedo decirte nada que ya no sepas, solo que cuentes conmigo aunque sea para materializar los pensamientos y liberarte de ellos si lo necesitas. Te confieso que yo sigo despertándome en mitad de la noche. Tengo el pitido de aquel día cincelado en mi cabeza, —dice Carlos.
—Prefiero no recordar ese día, y centrarme en las cosas realmente importantes, el ahora, Ella y el futuro. Amigo, debemos ser ahora, respira cada momento, agradece cada instante que vivimos como un milagro. Yo doy gracias cada día por lo que ha ocurrido. Los pilares que he creado en mi interior son inamovibles ahora. Somos lo que somos por todas las experiencias vividas y eso es completamente maravilloso y mágico.
Llegamos a destino. Ante nosotros un gran acantilado rugoso de más de cincuenta metros que parece caerse sobre nosotros. Un estrecho túnel en la nieve nos indica la puerta natural del desembarco.
El equipo empieza a descargar toda la dotación. Después de casi tres horas teníamos todo el material dentro de la base. El frío es terrible. Los vientos catabáticos comienzan a despertarse. Debemos prepararnos.
Ander y Peter fueron los encargados de llevar a La Resistencia a resguardo hasta la Plataforma de Hielo Ronne.
Nos costó casi dos días hacer funcionar el sistema de calefacción solar dentro de la base. No tuvimos más remedio que dormir esos días en el barco hasta que la Halley estuviera acondicionada. Ya en un ambiente cálido, al fin pude cambiar al arbolito y al cactus al interior de la base. Temía por su salud. Rezo para que resistan. Me reúno con el equipo en la cocina, es el lugar más caliente, ahí decidimos montar la sala de operaciones para planificar y realizar los trabajos. La misión era sencilla. Localizar el Banco de Semillas que se encontraba a dos horas andando y rescatarlas para poder empezar un nuevo mundo. El incidente había acabado con la mayoría de las plantas, sobre todo las comestibles. Somos la última esperanza.
En los tiempos que estuve aquí había motos de nieve, hago memoria. Memoro como todas las mañanas tenía que hacer el viaje de veinte minutos desde la base hasta el banco de semillas con Ella agarrada a mi cintura, y por las tardes después de todo el día juntos, más tranquila, más conectados, a la vuelta la sentía como pegaba la oreja a mi espalda e intentaba escuchar el latido de mi corazón y cuando llegábamos a la base siempre me decía muy convencida 1406 latidos. Cada día un número con el que me enamoraba aún más de ella.
Carlos, Alejandra y yo nos encargaríamos de localizar el Banco de Semillas, según nuestras investigaciones debería estar enterrado a diez metros bajo nieve. Nos reíamos, podía haber sido peor y estar bajo veinte metros. El resto del equipo se dedicaría a dar vida a la base. Imposible sin Ella. Y realizar diferentes investigaciones según sus competencias, tenían libertad absoluta para fluir. Siempre he pensado que la magia verdadera comienza cuando dejas libertad completa a todo tu ser. Y ahí los dejamos siendo su mejor versión.
—Muchas gracias por haber llegado hasta aquí. —agradecía al equipo toda la colaboración mientras me despedía.
Aquí me encontraba yo en la zona más austral del planeta con más de doscientos mil kilómetros a mis espaldas recogiendo sus pistas que iba dejándome a lo largo de la esfera terrestre en forma de carta, mientras intentaba arreglar el mundo. Lo curioso es que todas sus pistas me mostraban el siguiente paso para conseguir el equilibrio en la Tierra.
Cogimos provisiones y nos dirigimos rumbo a la carta, las semillas habían pasado a un plano secundario para mí. El camino fue fácil. Íbamos caminando los tres dirección hacía nuestro futuro sacando conclusiones sobre el incidente. Después de 2 horas el edificio metálico y gris apareció ante nosotros como un champiñón entre acículas de pino. Qué extraño y a la vez que alivio por no tener que excavar en la nieve. Buscamos la puerta de entrada, tras una larga y tediosa lucha con la puerta que se hallaba congelada conseguimos entrar.
Allí frente a mí estaban un abanico de recuerdos y secretos bellos. Su mirada azul profunda teñía el espacio. Mientras Alejandra y Carlos organizaban lo que sería el transporte de más de diez millones de semillas, yo como un loco buscaba por orden alfabético la carta.
La encontré.
Tembloroso y congelado abro el duro sobre que contiene palabras sabias. Ante mí Ella en estado puro, leo con nerviosismo:
Amor mío.
Conocerte en este mundo ha sido lo más bello que jamás podía experimentar. Si estás leyendo estas palabras es que te has alejado de mí demasiado tiempo. El otro día mientras observaba la aurora boreal tuve una revelación, aprendí que nuestras almas no nos pertenecen. Contienen demasiado valor como para que seamos responsables de ellas. Te amo eternamente. Cuando tu cuerpo y tu mente duden de nuestro amor en este mundo, recuerda lo que somos cuando nuestros corazones desnudos laten al unísono. Nos hemos conocido en este mundo para amarnos y crear entre ambos la luz del Universo. Ansío que nuestros miedos humanos no nos separen y nos dejen vivir la vida que nos pertenece. Siento dentro de mí una fuerza sobrenatural que me une a ti inmortalmente. No es esta nuestra primera existencia juntos, ya lo sabes, ni tampoco será la última. Estamos por encima de todo esto. Escucha a tu corazón cuando tu mente haga demasiado ruido y vuelve cuanto antes que tengo frío, como tú ahora. Si tienes estas palabras entre tus manos es que te habrás dado cuenta que solo juntos hacemos poesía y que ahora estás preparado para sernos siempre.
Vamos a querernos como si nunca nos hubieran herido. Eternamente.
Te amo.
Tu valiente.